El gobierno de Indonesia ha confirmado oficialmente la adquisición de cazas Chengdu J-10C “Firebird” de fabricación china, ampliando así la ya compleja y diversificada composición de su fuerza aérea. El ministro de Defensa, Sjafrie Sjamsoeddin, anunció que las aeronaves “volarán pronto sobre Yakarta”, aunque no precisó ni el número exacto ni el calendario de entregas. Informes previos apuntan a que el acuerdo podría contemplar hasta 42 unidades del modelo J-10CE, versión de exportación del avanzado monomotor de Chengdu Aircraft Corporation.
El J-10C, dotado de radar AESA (Active Electronically Scanned Array), aviónica moderna y compatibilidad con el misil aire-aire de largo alcance PL-15, representa un salto tecnológico notable en la aviación de combate china. La operación constituye además la primera gran compra de un avión de combate chino por parte de Indonesia, un movimiento que refuerza su estrategia de diversificar proveedores y evitar una dependencia excesiva de potencias occidentales.
Esta decisión llega en un contexto de rápida expansión del poder aéreo indonesio, marcado por múltiples contratos internacionales. En 2022, Yakarta firmó con Dassault Aviation un pedido de 42 cazas Rafale F4 por un valor estimado de 8.000 millones de dólares, cuyas primeras entregas están previstas para 2026. En paralelo, en 2025 se cerró un ambicioso acuerdo con Turquía para la compra y coproducción de 48 cazas de quinta generación KAAN, dentro de un programa de diez años que incluye transferencia tecnológica y montaje parcial en territorio indonesio.
A ello se suma la participación —ahora reducida pero aún vigente— de Indonesia en el programa KF-21 Boramae de Corea del Sur. Un acuerdo revisado en junio de 2025 redujo las contribuciones financieras de Yakarta, pero mantuvo su participación industrial y el acceso a parte del desarrollo tecnológico.
El resultado es una flota en expansión y extremadamente heterogénea, integrada por aparatos procedentes de Francia, Turquía, Corea del Sur y China, que sitúa a Indonesia como uno de los países con el portafolio de cazas más diverso de Asia. Las autoridades defienden esta estrategia como una forma de equilibrar costes, estimular la industria nacional y preservar la autonomía estratégica, pilares de la política exterior indonesia conocida como “libre y activa”.
Sin embargo, los expertos advierten de los riesgos logísticos y operativos que implica mantener una flota tan variada. Las diferencias en entrenamiento de pilotos, mantenimiento, integración de sistemas electrónicos y compatibilidad de armamento podrían generar importantes desafíos de interoperabilidad. Asimismo, la incorporación de aviones chinos podría tensar las relaciones con proveedores occidentales, especialmente en un entorno regional marcado por rivalidades estratégicas crecientes.
Si se materializan en su totalidad, estas adquisiciones convertirán a Indonesia en un actor aéreo de primer nivel en el sudeste asiático, con una capacidad flexible y multiorigen sin precedentes. Pero ese mismo enfoque, advierten analistas, podría transformarse en un reto monumental de sostenimiento y coordinación, que pondrá a prueba la capacidad de Yakarta para equilibrar ambición estratégica y viabilidad operativa.
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| Indonesia confirma la compra de cazas chinos J-10C en plena expansión de su flota de combate |


