Dos cazas F/A-18E/F Super Hornet de la Marina de Estados Unidos incursionaron en pleno centro del Golfo de Venezuela este martes 9 de diciembre, en lo que se convierte en un nuevo y significativo incremento en la presión militar ejercida por Washington contra el régimen dictatorial de Nicolás Maduro.
Los aviones, identificados como Rhino 11 y Rhino 12, permanecieron alrededor de 40 minutos sobre esta estrecha cuenca marítima rodeada casi por completo por territorio venezolano, de acuerdo con datos de rastreo de aviones en línea. Aunque habrían permanecido en aguas internacionales, su aproximación fue lo suficientemente cercana para activar (al menos en teoría) los sistemas de alerta y vigilancia aérea de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
A pesar del carácter evidente y deliberadamente visible de la operación (los transpondedores de los Super Hornet se mantuvieron encendidos durante todo el vuelo) no se registraron señales claras de que Venezuela intentara interceptarlos o responder de alguna manera. La ausencia de reacción se produce en un momento en que Estados Unidos ha incrementado notablemente su despliegue naval, aéreo y de operaciones especiales en el Caribe, y cuando altos funcionarios de la administración Trump sugieren que opciones militares más contundentes contra Caracas siguen sobre la mesa.
La operación aérea incluyó además a dos EA-18G Growler, aeronaves especializadas en guerra electrónica, identificadas como Grizzly 1 y Grizzly 2. Estas plataformas volaron órbitas al norte del golfo, en una posición ideal para interferir radares, recopilar emisiones electromagnéticas y brindar cobertura a los cazas, en un esquema muy similar al utilizado en misiones reales de supresión de defensas aéreas.
A la operación también se sumó un dron de gran altitud MQ-4C Triton, que registró actividad simultánea más lejos de la costa venezolana, sugiriendo un paquete operativo completo de vigilancia, reconocimiento y preparación para escenarios más agresivos.
No se descarta la presencia de otros aviones de apoyo (cisternas, plataformas de mando y control, aeronaves ISR estratégicas) que no hayan sido visibles en plataformas públicas de rastreo. La decisión de permitir la detección de los Super Hornet y los Growler apunta a un mensaje político-militar claro, dirigido tanto a Caracas como a la comunidad internacional: Estados Unidos puede acercarse a zonas sensibles de Venezuela cuando quiera, y medir a voluntad su capacidad de respuesta.
🔴Atención: En esos momentos 2 aviones de combate F/A-18E Super Hornet de la Armada de Estados Unidos 🇺🇸 están probando las defensas aéreas de Venezuela 🇻🇪, sobrevolando el Golfo de Coquivacoa (también llamado Golfo de Venezuela), sin respuesta de la Aviación Militar Bolivariana. pic.twitter.com/Ad1KdaJeYO
— WEB INFOMIL.COM (@Webinfomil) December 9, 2025
La procedencia exacta de los aviones aún no ha sido confirmada oficialmente, pero el perfil coincide con las aeronaves actualmente desplegadas en el portaaviones USS Gerald R. Ford, que se encuentra en el Caribe desde noviembre. El Ford, el buque insignia de la Marina estadounidense, ha sido fotografiado recientemente operando Super Hornet y Growler en la zona, y su presencia ha sido destacada por el propio Comando Sur en publicaciones en redes sociales. Asimismo, cazas embarcados han sido vistos en el aeropuerto Luis Muñoz Marín, en Puerto Rico, y la isla también alberga desde septiembre destacamentos de Marines y otras aeronaves operando desde la antigua base naval Roosevelt Roads.
El Golfo de Venezuela es un espacio especialmente sensible para Caracas. Aunque el derecho internacional reconoce un corredor abierto hacia el Caribe, Venezuela ha reivindicado históricamente el golfo como parte integral de su territorio. El área colinda con el Lago de Maracaibo, donde se concentra la principal producción petrolera del país, además de refinerías, terminales y flujos constantes de buques petroleros.
Este episodio se suma a otros recientes. El pasado 20 de noviembre, cazas Super Hornet de la Armada de Estados Unidos volaron justo al norte del golfo mientras un avión RC-135W Rivet Joint de la Fuerza Aérea monitoreaba la reacción venezolana desde la distancia. En esos mismos días, bombarderos B-52 participaron en misiones de presencia estratégica en la región. Las operaciones están estrechamente ligadas a los esfuerzos estadounidenses por elaborar un orden de batalla electrónico de las defensas venezolanas, recopilando información sobre radares, centros de comando y respuestas armadas.
Fuentes estadounidenses han descrito estas acciones como vuelos de entrenamiento combinados con ejercicios destinados a probar sensores y respuestas venezolanas, como parte de una política de presión. Desde agosto, Estados Unidos ha desplegado aproximadamente 15.000 efectivos en el Caribe, incluidos buques de guerra, escuadrones aéreos y unidades de fuerzas especiales. Paralelamente, el presidente Trump confirmó públicamente que la CIA recibió autorización para conducir operaciones encubiertas dentro de Venezuela.
Todo este andamiaje se desarrolla bajo el paraguas de Operation Southern Spear, una expansión de las operaciones de interdicción antidrogas. Washington acusa a Maduro y a altos mandos venezolanos de integrar el llamado Cartel de los Soles, catalogado ahora como organización terrorista. Maduro permanece además bajo acusación federal en Estados Unidos por cargos de narcotráfico desde 2020, con una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a su captura.
La retórica se ha intensificado en paralelo. En una entrevista reciente, Trump evitó descartar explícitamente la posibilidad de ataques directos o incluso una intervención terrestre. Ante la pregunta de si buscaba la salida de Maduro, respondió: “Sus días están contados”.
La presión sobre Maduro no deja de crecer, en la noche de este martes 9 de diciembre se registraron indicios de que un nuevo contingente de aeronaves tácticas (posiblemente más EA-18G Growler) despegó desde la Estación Aérea Naval Whidbey Island, en Washington, rumbo a la región caribeña. Su aparente destino sería Puerto Rico, lo que reforzaría significativamente la capacidad estadounidense de guerra electrónica en cualquier escenario futuro.
La operación de este martes, con cazas navegando libremente en un área considerada de máxima sensibilidad por Venezuela, revela que Washington continúa escalando de manera calculada su presión militar. Pero lo más revelador no fue la presencia estadounidense, sino la ausencia venezolana. Ante una incursión que en otros tiempos habría provocado reacciones inmediatas, el silencio operativo de Caracas plantea preguntas cruciales sobre su actual capacidad defensiva y sobre el equilibrio estratégico que se está configurando en el Caribe.
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| Cazas de Estados Unidos incursionan en el Golfo de Venezuela sin reacción de la Aviación Militar Bolivariana |


