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Según fuentes del sector defensa, Colombia cerró en las últimas horas la negociación para adquirir una nueva flota de aviones de combate Saab Gripen E/F, en un acuerdo que se convertirá como la compra pública más grande del siglo en el país, comparable solo con inversiones estratégicas como el Metro de Bogotá. 

La decisión llega tras meses de retrasos derivados de tensiones diplomáticas, complejidades financieras y ajustes técnicos que mantuvieron en vilo el futuro de la modernización de la flota supersónica de la Fuerza Aeroespacial Colombiana. Aunque la firma definitiva aún no se ha producido, el proceso contractual se encuentra prácticamente concluido y solo faltan validaciones jurídicas de último momento para formalizarlo.

La firma del contrato (cuyo articulado supera ya el 99 % de revisión, según reportó el ministro de Defensa, Pedro Sánchez Suárez) representa un punto de inflexión para la FAC, que deberá retirar en los próximos años su envejecida flota de cazas Kfir, actualmente sin pocas horas de vuelo disponibles. 

El valor total del acuerdo asciende a los 16 billones de pesos, con vigencias hasta 2032 y financiación respaldada por bancos suecos. Aunque inicialmente se contemplaban 16 aeronaves, la negociación de última hora amplió el paquete a 17 Gripen E/F, todas dotadas con sistemas de armas, sensores avanzados y un programa integral de soporte logístico y adecuación de infraestructura. 

En 2026 se deberá realizar un primer desembolso de 100.000 millones de pesos, mientras que las entregas iniciarán en 2027 y continuarán de forma escalonada hasta 2032. La intención del presidente Gustavo Petro de recibir el primer avión durante su mandato no pudo cumplirse debido a las limitaciones del cronograma industrial del fabricante.

El proceso sufrió retrasos que lo llevaron al borde de la ruptura en varias ocasiones. Entre los factores que más complicaron la mesa técnica se encuentran la orden presidencial de suspender nuevas compras de armamento estadounidense y sus declaraciones sobre una eventual salida de Colombia de la OTAN, decisiones que generaron inquietudes en los circuitos diplomáticos y en la cadena internacional de suministros. 

Aunque Saab aseguró contar con los permisos necesarios, persistían dudas relacionadas con componentes de origen estadounidense y su disponibilidad. Además, la revisión detallada de cláusulas y términos contractuales por parte de entidades estatales extendió la negociación más allá de lo previsto. El ministro Sánchez insistió en que los ajustes no respondían a obstáculos políticos ni financieros, sino a la necesidad de blindar el contrato en todos sus aspectos técnicos y jurídicos.

El acuerdo contempla un paquete amplio de compensaciones industriales que incluye proyectos de innovación tecnológica, producción de energías limpias con paneles solares, infraestructura de agua potable y aportes al fortalecimiento del Hospital San Juan de Dios. Estas medidas buscan aumentar la autonomía tecnológica del país, reducir la dependencia de proveedores externos y garantizar que la inversión en defensa también impulse sectores civiles de alta prioridad. La política del Gobierno ha sido insistente en que la adquisición del Gripen no solo moderniza la capacidad aérea, sino que crea un ecosistema industrial capaz de sostener las necesidades tecnológicas de largo plazo.

La negociación se concreta en un momento especialmente crítico para las Fuerzas Militares de Colombia, que aquejan una crisis en su flota aérea. Muestra de ello es la escandalosamente vas a disponibilidad de helicópteros para el apoyo a las operaciones contra terroristas, por ejemplo, el contrato de recuperación y mantenimiento de los helicópteros MI-17 del Ejército Nacional fue anulado por incumplimientos de los contratistas, dejando a gran parte de la flota de estas valiosas aeronaves en tierra. Por otro lado, la flota de Black Hawk opera también en mínimos. Finalmente, los Kfir, punta de lanza histórica de la defensa aérea colombiana, han agotado completamente su vida útil y prácticamente no pueden volar. En este escenario, la llegada del Gripen se vuelve determinante para sostener las operaciones de interdicción, vigilancia fronteriza y control del espacio aéreo.

El Gripen E/F que Colombia incorporará es uno de los cazas de cuarta generación avanzada más modernos disponibles en el mercado. Está equipado con un radar AESA Raven ES-05 de barrido electrónico activo, capaz de detectar y rastrear objetivos a largas distancias incluso en entornos saturados por guerra electrónica. Su sistema IRST Skyward-G, completamente pasivo, permite la adquisición de blancos sin emitir señales, una ventaja clave en escenarios BVR donde la discreción electromagnética define la supervivencia. Ambos sensores se integran mediante una fusión de datos avanzada que genera una imagen táctica coherente y reduce significativamente la carga de trabajo del piloto. La aeronave opera bajo un modelo de arquitectura abierta que permite actualizaciones rápidas de software, integración de nuevas armas y ampliación de capacidades sin modificar la plataforma física, lo que garantiza vigencia tecnológica durante décadas.

El motor F414G proporciona un equilibrio óptimo entre empuje y eficiencia, permitiendo maniobras de alta energía y operaciones desde pistas cortas, una característica relevante para la geografía colombiana y la dispersión de sus bases aéreas. Además, el Gripen mantiene uno de los costos operativos más bajos de su categoría, lo que resulta fundamental para una fuerza aérea que enfrenta restricciones presupuestales y demanda alta disponibilidad. La aeronave está diseñada para la guerra en red, con un enlace de datos táctico que facilita la operación cooperativa con otras plataformas aéreas, navales y terrestres, permitiendo compartir datos de blancos, telemetría y designación de objetivos en tiempo real.

El Gobierno prevé realizar el anuncio oficial del acuerdo este viernes 14 de noviembre, durante la conmemoración del aniversario de la Fuerza Aeroespacial Colombiana en Cali. 

Con la firma inminente del contrato, el país inicia la transición hacia una nueva generación de poder aéreo, luego de más de una década de aplazamientos y estudios inconclusos. En medio de un panorama regional marcado por tensiones fronterizas, presencia de grupos armados y desafíos de seguridad persistentes, la incorporación del Gripen marca un punto de quiebre en la capacidad estratégica del país y redefine las bases de su defensa aérea para las próximas décadas.
Colombia cerró la negociación con SAAB y comprará 17 nuevos aviones de combate Gripen E/F
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