Las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y Venezuela están alcanzado niveles nunca antes vistos. El presidente Nicolás Maduro declaró este miércoles que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) cuenta con más de 5.000 misiles Igla-S de defensa antiaérea desplegados en posiciones estratégicas, como parte de la preparación del país frente a la “amenaza militar” estadounidense.
Esta declaración se produce en medio de un aumento sostenido de la presencia militar de Washington en el Caribe, con vuelos recientes de bombarderos B-1B y B-52, junto con cazas F-35B, y la expansión de operaciones de interdicción de narcóticos en aguas cercanas a Venezuela y el Pacífico oriental.
Maduro enfatizó que los misiles Igla-S, de origen soviético y diseñados para neutralizar aeronaves, helicópteros y drones a baja altitud, están acompañados por sistemas de simulación que permiten entrenar a miles de operadores a lo largo del territorio nacional.
“Cualquier fuerza militar del mundo sabe el poder de los Igla-S. Venezuela tiene nada más y nada menos que 5.000 en los puestos clave de la defensa antiaérea para garantizar la paz, la estabilidad y la tranquilidad”, señaló el mandatario en televisión nacional. También remarcó que estos sistemas están desplegados “hasta en la última montaña, hasta en el último pueblo y hasta en la última ciudad del territorio nacional”, subrayando la intención de crear un país “inexpugnable” ante cualquier agresión externa.
Simultáneamente, Estados Unidos ha mantenido un despliegue naval constante en el Caribe desde hace más de dos meses, que incluye un grupo anfibio encabezado por el USS Iwo Jima, acompañado de destructores, un crucero y un submarino nuclear, además de aeronaves tripuladas y no tripuladas, como AC-130, F-35B y helicópteros del 160º Regimiento de Operaciones Especiales de Aviación.
La Fuerza Aérea estadounidense ha realizado vuelos recientes de bombarderos B-1B desde Dyess Air Force Base en Texas, con apoyo de tanqueros KC-135 y misiones de reconocimiento con RC-135 Rivet Joint, acercándose a unas 50 millas de la costa venezolana y sobre las islas Los Testigos. Estos vuelos se suman a la “misión de demostración de ataque” realizada la semana pasada con B-52 y F-35B, diseñada para enviar una señal estratégica y recopilar inteligencia sobre las capacidades de defensa aérea de Venezuela y su eventual respuesta ante un ataque militar.
Expertos señalan que estas operaciones, aunque justificadas públicamente como esfuerzos contra el narcotráfico, también sirven como ejercicios de presión militar y despliegue de poder de largo alcance. La combinación de bombarderos, tanqueros, aviones de inteligencia y unidades navales forma un inercia de fuerza aérea y marítima capaz de llevar a cabo operaciones complejas de forma simultánea.
El contexto interno venezolano refleja una respuesta a esta presión. Maduro ha ordenado un aumento del despliegue militar en todo el país, incluyendo ejercicios de defensa aérea, entrenamiento táctico de civiles y militantes, y la activación de un sistema de “inteligencia popular” a través de una aplicación digital que permite a los ciudadanos reportar personas o situaciones sospechosas. Estas medidas forman parte de un plan más amplio de vigilancia ciudadana y preparación para una eventual agresión externa, consolidando lo que el chavismo denomina un sistema de defensa nacional integral.
El ministro del Interior, Diosdado Cabello, advirtió que los recientes ataques estadounidenses contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico podrían ser interpretados como ataques indirectos a Venezuela. En paralelo, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, dijo a los venezolanos que se prepararan “para lo peor”, y aludió a lo que calificó de “amenaza seria” planteada por el presidente Trump.
Padrino enumeró las situaciones que podrían producirse en caso de un ataque directo de Estados Unidos en Venezuela: “Bombardeos aéreos que surcarían el cielo como relámpagos, bloqueos navales que ahogarían el comercio, incursiones de comandos sigilosos en la selva o las playas, enjambres de drones, zonas vedadas al vuelo, ejecuciones quirúrgicas contra líderes, y sabotajes que dejarían a oscuras el país”. Para esto, se ha elevado el despliegue militar en todo el territorio nacional
Desde la perspectiva estadounidense, los ataques a embarcaciones presuntamente vinculadas al narcotráfico han sido presentados como parte de una operación antidrogas, que hasta el momento han dejado como saldo al menos ocho embarcaciones destruidas desde finales de agosto, la mayoría cerca de aguas venezolanas.
La administración de Donald Trump ha indicado que cualquier posible extensión de estas operaciones a tierra requerirá notificación al Congreso por tratarse de un asunto de seguridad nacional, dejando abierta la posibilidad de intervenciones limitadas contra campamentos de narcotraficantes o pistas clandestinas, sin necesariamente intentar un cambio de régimen inmediato.
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