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La Armada Argentina, bajo la dirección del vicealmirante Carlos María Allievi, enfrenta desafíos complejos e ineludibles. A más de seis años del trágico incidente del submarino ARA San Juan, la pérdida de la capacidad submarina ha dejado un vacío estratégico que afecta tanto a la defensa del país como a su proyección en el Atlántico Sur. El actual jefe de la Armada ha dejado en claro que uno de los principales objetivos es revertir esta situación, tal como lo ha destacado en su más reciente entrevista con la revista DEF: "La primera prioridad es la recuperación de la capacidad submarina", afirmó Allievi.

La Armada Argentina, como muchas otras instituciones militares en el país, ha sufrido décadas de desinversión que la han llevado a un estado crítico en cuanto a equipamiento y capacidades. En la entrevista, Allievi subrayó este punto al mencionar que gran parte de la flota tiene una edad promedio de más de 40 años, con tecnología heredada de la década de 1980. Esto no solo afecta la capacidad operativa inmediata, sino que también limita la capacidad de la Fuerza para adaptarse a los desafíos modernos de defensa, que requieren tecnologías avanzadas y una logística eficiente.

En este contexto, la recuperación de la capacidad submarina no solo representa una cuestión de equipamiento, sino una necesidad estratégica para la defensa marítima de Argentina, un país con vastos recursos en el Atlántico Sur. "La Armada perdió esta capacidad en el año 2017, con el incidente del ARA San Juan", explicó Allievi, agregando que, a pesar de esta pérdida, la formación y el adiestramiento de submarinistas no se ha detenido. Sin embargo, la urgencia por resolver este vacío se acrecienta, ya que la construcción de un nuevo submarino puede tomar entre 6 y 7 años.

El desastre del ARA San Juan en noviembre de 2017 fue un golpe devastador para la Armada Argentina y, por extensión, para la defensa nacional. La pérdida de 44 tripulantes no solo dejó una profunda cicatriz en el país, sino que expuso la vulnerabilidad de una fuerza que ya enfrentaba serias limitaciones presupuestarias y tecnológicas. El ARA San Juan era uno de los dos submarinos operativos de la Armada, y su pérdida dejó al país sin esa capacidad fundamental para la vigilancia y defensa submarina.

Desde entonces, Argentina ha dependido en gran medida de las cooperaciones internacionales, como el acuerdo con Perú para el entrenamiento de sus submarinistas, y del uso del ARA Salta, un submarino que no está operativo pero que se utiliza para la formación básica. Esta situación, según el vicealmirante, no es sostenible a largo plazo, ya que la Armada necesita "medios modernos" para enfrentar las crecientes amenazas en el Atlántico Sur, un área estratégica tanto por su riqueza en recursos naturales como por su relevancia geopolítica.

El plan presentado por la Armada Argentina al Ministerio de Defensa incluye la adquisición de nuevos submarinos, entre ellos modelos que ya están en uso por países vecinos como Chile y Brasil. El Scorpène, de origen francés, y el 209 NG, de diseño alemán, se perfilan como las principales opciones. Cada uno ofrece ventajas específicas en términos de capacidad de operación y compatibilidad con las necesidades estratégicas de Argentina.

El Scorpène, por ejemplo, es conocido por su capacidad de operaciones silenciosas, un aspecto crucial para la disuasión y el control del Atlántico Sur. Este modelo ya es utilizado por Chile, lo que podría facilitar futuros ejercicios conjuntos y garantizar una mayor interoperabilidad entre las armadas de la región. Por otro lado, el 209 NG tiene un historial probado de fiabilidad y es ampliamente utilizado en diversas marinas, incluyendo la brasileña, lo que también podría favorecer la colaboración regional.

La decisión final, como subrayó Allievi, es de carácter político. Aunque la Armada puede asesorar sobre las mejores opciones técnicas, la compra de estos submarinos depende del presupuesto y del apoyo del gobierno. En este sentido, el reciente anuncio del presidente Javier Milei, quien incluyó en el presupuesto 2025 una partida de 2.100 millones de dólares para la compra de submarinos, representa un avance significativo. Sin embargo, este presupuesto no implica una compra inmediata, sino la autorización para negociar un crédito internacional que permita financiar la adquisición.

Uno de los mayores desafíos señalados por el vicealmirante Allievi es el factor tiempo. Dado que la construcción de un submarino lleva entre 6 y 7 años, si el proceso de adquisición comienza ahora, la Armada podría estar sin capacidad submarina efectiva durante un período total de 14 años. Esto plantea un problema crítico para la defensa nacional, ya que en ese tiempo las amenazas en el Atlántico Sur podrían aumentar, exacerbadas por la presencia de flotas extranjeras y la disputa por los recursos marítimos.

Para mitigar esta brecha, la Armada está explorando la posibilidad de adquirir un submarino de transición que pueda operar hasta que los nuevos submarinos estén listos. Sin embargo, esta es una opción complicada, ya que ningún país suele vender submarinos que aún están en operación normal hasta que tengan reemplazos listos. Esta situación crea una especie de vacío tecnológico y operacional que pone en riesgo la capacidad de la Armada para proteger los intereses marítimos de Argentina en el corto plazo.

La capacidad submarina es fundamental no solo para la defensa directa, sino también para la disuasión estratégica. En un mundo cada vez más interconectado, donde las rutas comerciales y los recursos naturales del mar son objeto de creciente interés, la presencia de submarinos en una fuerza naval moderna actúa como un factor disuasivo ante posibles agresores o competidores. El Atlántico Sur, en particular, es una región de vital importancia para Argentina, tanto por la pesca como por los posibles recursos energéticos en su plataforma continental.

Sin submarinos operativos, la Armada Argentina pierde una de sus herramientas más valiosas para la vigilancia y defensa de esta vasta área. La vigilancia aérea, aunque importante, no puede reemplazar la capacidad de un submarino para realizar misiones encubiertas y operar durante largos períodos bajo el agua. La falta de submarinos también limita la capacidad de la Armada para proyectar poder y garantizar la seguridad en tiempos de crisis.

La recuperación de la capacidad submarina de Argentina no es solo una cuestión técnica o presupuestaria, sino una necesidad estratégica para la defensa nacional. Como bien señala el vicealmirante Allievi, el tiempo es uno de los mayores enemigos en este proceso, y la ventana de oportunidad se está cerrando rápidamente. Si Argentina no actúa ahora, corre el riesgo de quedar indefensa en una de las áreas más críticas de su soberanía marítima.

El presupuesto 2025 ofrece una oportunidad para comenzar este proceso de recuperación, pero la implementación efectiva dependerá de la voluntad política y de la capacidad de la Armada para negociar acuerdos internacionales que permitan una adquisición rápida y eficiente de nuevos submarinos. Mientras tanto, la formación de submarinistas y la colaboración con países vecinos serán claves para mantener viva esta capacidad estratégica hasta que los nuevos submarinos lleguen a la flota argentina.
La Armada Argentina ubicó como su primera prioridad la adquisición de nuevos submarinos
 La Armada Argentina ubicó como su primera prioridad la adquisición de nuevos submarinos
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