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El mayor portaviones de la armada de Brasil, retirado del servicio en 1960, será hundido en el océano Atlántico en aguas bajo jurisdicción brasileña, dijo el miércoles la Marina brasileña, a pesar de las alertas sobre las posibles consecuencias ambientales, tras llevar tres meses flotando en alta mar desde que Turquía le negó la entrada para ser desguazado allí.

El portaviones Sao Paulo, de 32.000 toneladas, había sido remolcado hasta Europa hace cinco meses, pero no superó el estrecho de Gibraltar y fue devuelto al otro lado del Atlántico después de que Turquía decidiera que constituía un peligro para el medio ambiente.

La Armada brasileña dijo en un comunicado que el barco está haciendo agua y corre el riesgo de hundirse, por lo que no se le ha permitido atracar en puertos brasileños.

Además, ante la sospecha de que el buque cuenta con una gran cantidad de amianto a bordo -se calcula que 9 toneladas del producto tóxico- los puertos brasileños no dieron permiso para el atraque, indicó O Globo. Precisamente, el gobierno turco canceló la importación del barco ante intensas protestas de activistas que alertaban sobre los riesgos ambientales.

A pesar de una solicitud de la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, de no hundir el portaaviones, la Armada dijo que no tenía más remedio que hundir el barco a unos 5.000 metros (16.400 pies) de profundidad a 350 kilómetros (217 millas) de la costa dentro de la zona económica exclusiva de Brasil.

El sitio está lejos de las áreas de protección ambiental y libre de cables de comunicación submarinos, dijo el comunicado de la Armada.

“Dado el deterioro de su condición de flotación y la inevitabilidad del hundimiento incontrolado, no hay otra opción que deshacerse del casco y hundirlo de manera planificada”, dijo.

La Armada había planeado hundir el portaaviones en el mar este miércoles, pero los fiscales trataron de detener el hundimiento en aguas brasileñas citando la amenaza ambiental que representa, incluidas las toneladas de asbesto utilizadas para los paneles del interior del barco.

La Procuraduría brasileña presentó este martes un recurso ante la Justicia para impedir que la Marina hunda el portaaviones Sao Paulo, el otrora mayor navío militar de Brasil y que desde hace cinco meses, tras ser vendido como chatarra, navega sin rumbo, ya que ningún puerto lo acepta por su carga tóxica.

El Ministerio Público Federal informó en un comunicado que presentó una demanda civil para que la Justicia, mediante una cautelar, prohíba a la Marina hundir el portaaviones ya que las sustancias tóxicas presentes en su casco pueden provocar daños al medioambiente y a la salud pública.

La petición se conoce cuatro días después de que la prensa informara que la Marina, ante la imposibilidad de encontrar un destino para la embarcación y el alto costo de mantenerla navegando, estudia la posibilidad de hundirla.

La Procuraduría informó que solicitó que la Justicia ordene "la inmediata suspensión de cualquier acción destinada al hundimiento de la embarcación en alto mar o próxima al litoral brasileño, sin la presentación de estudios que comprueben la ausencia de riesgo ambiental".

De acuerdo con el organismo, el casco del Sao Paulo tiene hasta 10 toneladas de amianto, una sustancia con potencial tóxico y cancerígeno, razón por la cual es impedido de tocar puerto tanto en Brasil como en otros países.

La Procuraduría alegó que su intención es evitar que el posible hundimiento cause "daño irreparable al medio ambiente marino y a la salud pública y consecuencias sanitarias irreversibles". El organismo igualmente exige que el Ministerio de Defensa sea obligado a realizar estudios técnicos sobre un adecuado destino para el casco mediante su descarte apropiado y sin riesgos.

El miércoles por la tarde, un juez federal rechazó su solicitud de medida cautelar argumentando que la Armada había sopesado el impacto ambiental contra otros factores.

El periplo del antiguo buque de guerra francés comenzó en agosto, cuando fue vendido a un astillero turco especializado en el desguace de embarcaciones por 2 millones de dólares, pero nunca llegó a su destino debido a que las autoridades de Turquía prohibieron su entrada, por lo que tuvo que dar vuelta en medio del Atlántico.

Desde entonces, el Sao Paulo, el segundo y último portaaviones de la flota de la Marina de Brasil, vaga por el Atlántico, ante la negativa de los puertos, incluso los nacionales, de recibirlo.

La Marina prohibió el pasado 20 de enero que la embarcación se "aproxime a aguas territoriales" o "terminales portuarios, dado el alto riesgo que representa, con posibilidad de que encalle, se hunda o bloquee el canal de acceso a algún puerto nacional".

Además, ordenó que ponga dirección a una región "de mayor profundidad", lejos del litoral brasileño, con el objetivo de "garantizar la seguridad de la navegación y prevenir una posible contaminación ambiental de la costa y sus puertos".

Igualmente, ante la amenaza ambiental flotante y la incapacidad de la empresa turca que la adquirió de operarla con seguridad, acordó asumir el comando de la misma.

Construido en Francia en 1963, el portaaviones Sao Paulo sirvió a ese país bajo el nombre de Foch durante 37 años, tiempo en el que fue usado en la guerra civil del Líbano, la guerra del Golfo y otros conflictos.

La Marina brasileña compró en 2001 por 12 millones de dólares la embarcación, de 266 metros de eslora, capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 cazabombarderos, pero la desactivó en 2017 con su alto costo de mantenimiento y su poco uso.
Brasil hundirá su portaviones NAe São Paulo (A-12) en el Atlántico, el cual flota sin rumbo y con una carga muy tóxica
Brasil hundirá su portaviones NAe São Paulo (A-12) en el Atlántico, el cual flota sin rumbo y con una carga muy tóxica