El jefe del Comando Sur de EE.UU., el almirante Craig Faller, ha marcado el límite de espera para una intervención militar directa en Venezuela, en caso de que Nicolás Maduro se aferre al poder. Faller ha dicho que el final del año en curso sería ese plazo límite esperable para que Maduro salga de la máxima dirigencia de la nación sudamericana.
“La crisis en Venezuela podría acercarse a ese nivel para fines de este año si Maduro sigue en el poder", dijo Faller, quien se desempeñó anteriormente como director de operaciones del Comando Central de Estados Unidos.
En una entrevista con la revista Foreign Policy, Faller aseguró que el Ejército está “mirando un rango” de opciones y “estará listo” para cualquier decisión que tome Trump. “Estamos en la punta de nuestros pies”, agregó Faller.
En sus declaraciones, Faller ha llamado la atención sobre el apoyo de China a Maduro, ya que hasta ahora la atención básicamente ha recaído en el apoyo militar y comercial de Rusia, que envió un centenar de soldados al país el mes pasado a Venezuela.
El almirante afirma que “China ha hecho una apuesta muy arriesgada y no está colaborando”. Añade, además, que Pekín “no está respetando los derechos humanos, la soberanía y la democracia”.
La entrevista también revela que en la cúpula militar estadounidense existe el convencimiento de que la crisis de Venezuela puede no solucionarse solo con las presiones diplomáticas y las sanciones económicas aprobadas hasta ahora por la Casa Blanca. Y respalda las diversas afirmaciones de Donald Trump y su Gobierno de que hay un plan de intervención militar listo y en consideración.
Aunque la militar es una de las opciones que maneja la administración Trump con respecto a Venezuela, la Casa Blanca ha apelado a las sanciones financieras y diplomáticas, como mecanismos para quebrar a la dictadura madurista. Sin embargo, el deterioro de la situación venezolana, aunado a la reciente visita al país de oficiales del Ejército ruso y sumado al apoyo que China, Turquía e Irán le han dado al régimen de Maduro, ha llevado al Pentágono a considerar, con mayor seriedad, la salida armada.
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